Por Álvaro Sepúlveda, hermano marista
En un gesto de suma ingenuidad republicana la señora Clara, una abuela pobladora de La Pintana, le escribió al Presidente para pedir justicia por el asesinato de su nieto, ocurrido hace justo dos meses.
Desconoce los canales judiciales más adecuados, pero está convencida que no puede quedar impune la muerte de un niño de 15 años, a quien vio crecer, a quien acompañó tantas veces a la parroquia del barrio donde participaba como acólito y a los scout con los que le gustaba ir de campamento.
La máxima autoridad de la nación no quedará indiferente ante esta injusta muerte causada porque un narcotraficante erró su víctima la noche del 7 de octubre. Escribe su historia, adjunta los antecedentes, una foto del niño y la entrega en las dependencias de Palacio. Confiada y segura, espera.
Dos meses después nos lee con indignación y algo de dificultad la respuesta. De manera tan política como constitucionalmente correcta un funcionario de Palacio le explica la separación de los poderes del Estado: